Hiperconectividad: se produce por el
exceso en el uso de objetos electrónicos y consumo de Internet.
Sucede en la redacción. Se cae Internet y es como
si se hubiera acabado el mundo. Nuestra vida está cada día más relacionada con
los dispositivos electrónicos y las redes sociales, y de acuerdo a las
estimaciones, ese vínculo parece no tener vuelta atrás. En 2015, serán 15 mil
millones los dispositivos (entre computadoras, teléfonos celulares, tabletas y
electrodomésticos) que estarán conectados a la web. Y esa obsesión por estar
todo el tiempo online se puede volver una trampa. En algunos casos, los
especialistas ya empiezan a hablar de una nueva enfermedad de estos tiempos y
por eso surgen los cultores de la “dieta digital” una receta para lograr
desintoxicarse de la tecnología.
Expertos de la consultora internacional JWT
Intelligence acaban de publicar un estudio global en donde alertan por la
“obesidad digital”.
Entre las conclusiones del estudio aparece la
necesidad de empezar con el “de-teching”, un neologismo que representa la idea
de deshacerse de la tecnología. Como primer paso, proponen que sea este 2011 el
año en que comience el desarme: “Preparar la mente para un comienzo más
racional y saludable”.
La relación con la tecnología puede derivar en
un simple hartazgo o también convertirse en una obsesión peligrosa.
Chequear minuto a minuto los correos
electrónicos, ver nuestro perfil en las redes sociales o si tenemos respuestas
en Twitter puede transformarse en algo incontrolable.
“Hay consultas de madres que ven a su hijo
encerrado varias horas, incluso robándole descanso a la noche y pegados al
monitor. Se angustian y piden una solución para este problema moderno”,
reconoce el psiquiatra Hugo Marietan. “Es una puja entre el mundo virtual y el
real. La máquina hace de refugio de las contrariedades de la vida cotidiana”,
amplia.
El concepto de Dieta Digital no fue creado por un
gurú de la meditación, sino todo lo contrario. Es un libro que escribió el
periodista especializado en tecnología Daniel Sieberg y que tiene en la mira a
los que tienen esa especie de compulsión por chequear y consultar todo en la
web.
Según el Interactive Advertising Bureau de
Argentina (IAB), entidad que agrupa a las principales empresas de Internet y de
publicidad interactiva, los argentinos pasamos 27,4 horas mensuales conectados
a Internet. El promedio de uso de Internet en nuestro país supera en 4 horas el
promedio mundial (23,1) y es el más alto de la región, por sobre las 25,4 horas
que pasan los brasileros y las 25,1 horas mensuales de los mexicanos.
El 30% del tiempo se consume en las redes
sociales, mientras que un 18% corresponde a la mensajería instantánea y un 7%
para chequear el correo electrónico. En Argentina hay además 13 millones de
usuarios en Facebook y los twitteros crecen a ritmo intenso, ya por encima de
los 600 mil.
El libro “Superficiales. ¿Qué está haciendo
Internet con nuestras mentes?”, de Nicholas Carr, intenta dar una respuesta
científica al cambio de nuestras conductas. “Nuestro cerebro, como demuestran
las evidencias científicas e históricas, –explica–cambia en respuesta a
nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y
compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos
neuronales. Además, cada tecnología de la información conlleva una ética
intelectual. Así como el libro impreso servía para centrar nuestra atención,
fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo
rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su
ética es una ética industrial, de la velocidad y la eficiencia”.
No hay una postura definida para tratar esta
nueva “enfermedad”, sino que comienza a reunirse el consenso para considerarla
como tal. “Si pensamos que hay algo que es lo bueno y algo que es lo malo, perdemos
perspectiva. Puede ser que se dé un exceso en algunos usos puntuales, pero hay
que tener cuidado si lo ponemos en términos de sanciones y prohibiciones. Para
los nativos digitales, todo esto que pasa es el punto de partida”, apunta el
psicoanalista Julio Moreno. Pero en países como Estados Unidos, China y Corea
del Sur, ya hay clínicas en donde se atienden a pacientes con las mismas
técnicas que se usan en los tratamientos contra las adicciones.
El centro de rehabilitación de Heavensfield, en
EE. UU., tiene un tratamiento específico para la adicción a Internet, los
videojuegos y los mensajes de texto. Los pacientes reciben un tratamiento en
base a meditación, yoga y masajes, para recuperar la salud mental. En China se
calcula que hay unos 4 millones de adictos a Internet y uno de los centros de
rehabilitación más conocidos es el comandado por Teo Ran, un científico militar
que se especializó hace años en la desintoxicación de drogadependientes. En
Corea del Sur, el centro de atención apunta a captar a los chicos que empiezan
a mostrar síntomas de dependencia. La terapia es tan simple como volver a usar
los juegos de mesa o al aire libre.
A qué llaman “de-teching”
Palabra de origen anglosajón,
pero sobre un todo un híbrido surgido como tantos otros de las redes sociales,
el concepto de-teching no tiene vocación fundamentalista ni pretende demonizar
a Internet, sino todo lo contrario: proponen desconectarse de los dispositivos
tecnológicos para retornar tiempo después, pero haciendo un uso más racional de
los elementos. Es, además, una tendencia que comienza a verse reflejada en la
aparición de hoteles a los que no se permite entrar con gadgets digitales.
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