Cualquiera puede entender lo que
significa "mantener la lucidez" sin demasiadas explicaciones y, sobre
todo, sin demasiadas definiciones de lo que significa. Porque la lucidez -y
sobre todo, la posibilidad y el temor de ir perdiéndola conforme avanzan los
años de la persona adulta- no tiene un modelo social ni biológicamente
establecido: sólo es posible evaluarla en relación con las habilidades que cada
uno desarrolló en su juventud.
Y por eso, también, los indicadores del deterioro
cognitivo -la disminución de las capacidades de moverse, de pensar
adecuadamente a la situación, de prestar atención, quizás de comunicarse- van
más allá de parámetros clínicos o de códigos sociales: son el malestar, la
tristeza, la alteración de la realidad cotidiana, el sentimiento de culpa por
no poder manejarse tan independientemente como antes, lo que mide el peso de la
vejez en cada persona.
Como un capital cognitivo
Desde el sentido común se puede decir que es como
el buen pasar económico: conviene desarrollarlo en la juventud para no pasar
apremios más adelante, cuando ya es más difícil conseguir lo que nunca se supo
cómo. Desde el punto de vista neurológico, las capacidades cognitivas
(lenguaje, juicio, inteligencia, atención, ubicación espaciotemporal, memoria,
capacidad visoespacial) dependen de la dinámica de las células nerviosas, que
establecen entre sí conexiones llamadas sinapsis.
"Cuanto más activas se mantengan las
capacidades cognitivas durante la juventud, a través de la actividad social e
intelectual, del juego y de todo aquello que estimule el ejercicio de la
inteligencia y la salud mental, mayores serán las conexiones sinápticas que se
establecen, y mayores son las chances de tener una buena capacidad cognitiva a
medida que se avance en edad", señala Schapira.
El especialista explica que hay cierta
disminución de capacidades que es propia de la senectud, como algunos olvidos o
la dificultad para recordar nombres, por ejemplo. ¿Cuándo necesitan tratamiento
específico? "Los síntomas dependen de cada persona, así como de la causa
del deterioro y de las funciones afectadas", responde. La amnesia (pérdida
de la memoria), la afasia (pérdida del lenguaje) o la dificultad para
identificar o reproducir formas (pérdida de la capacidad visoespacial),
obedecen a diferentes causas y presentan diferentes posibilidades de
tratamiento.
Los cambios bruscos en el carácter, un repentino
retraimiento o pérdida de la capacidad de socializar, perderse yendo a un sitio
conocido y, sobre todo, olvidos en situaciones que antes constituían un hábito
(el lugar donde siempre se dejan las llaves, o el nombre de personas del
entorno cercano) y pérdida de las habilidades que antes caracterizaban a la
persona (no de capacidad física, sino, por ejemplo cocinar, organizarse o
manejar la economía doméstica) pueden ser motivo de consulta a un especialista.
Los definitivos "sí"
Lo que con un importante grado de evidencia en la
mano piensan hoy los especialistas es que las actividades que ayudan a crear y
fortalecer sinapsis coinciden con aquellas que suponen adquirir habilidades
nuevas, y son tanto más efectivas cuanto más intervienen en ellas la capacidad
lúdica y el placer de llevarlas a cabo. La licenciada Miriam Cohn, jefa de
Terapia Ocupacional del centro Hirsch de San Miguel, da algunos ejemplos de
ejercicios tales como hacer palabras cruzadas, sopas de letras, sudokus,
ejercitar la mano izquierda cuando uno es diestro, estimular las capacidades
sensoriales o "ejercitar la memoria con actividades tan simples como no consultar
la lista de compras mientras se está en el supermercado y corroborar sólo
después".
Se recomiendan una serie de ejercicios referidos
a las diferentes funciones cognitivas. Para estimular la atención, por ejemplo,
se sugieren tareas simples como trabajar con series numéricas concretas,
nombres de los meses del año en sentido directo e inverso.
La memoria inmediata se estimula con ejercicios
de repetición de series, reforzando la memoria reciente con ejercicios cortos
que faciliten la fijación y el recuerdo ("me llamo como su hija") y
repetir los ejercicios un tiempo prolongado para mantener la memoria remota.
Para mantener el concepto numérico y el cálculo,
se resuelven problemas y operaciones aritméticas y juegos numéricos. El
razonamiento se estimula mediante ejercicios que trabajen la capacidad de
clasificar características de los objetos, mientras que los aspectos del
lenguaje y la capacidad visoespacial se ejercitan mediante la escritura, el
dictado y el dibujo.
Un fantasma con apellido alemán
La prevalencia del mal de Alzheimer, una
enfermedad neurodegenerativa progresiva, se acerca al 11% de la población mayor
de 80 años, y a partir de los 65 se duplica cada 5 años el riesgo de padecerla.
Es una enfermedad degenerativa del sistema nervioso central que sólo en un 1 a
un 5 por ciento de los casos es genética (es decir que en general es muy poco
previsible) y no hay tratamientos eficaces contra ella: apenas hay algunos
fármacos que en algunos casos pueden retardar el deterioro y hacer que avance
más lentamente que en pacientes sin tratamiento, pero es por ahora un terreno
con más incertidumbres que seguridades.
Sin embargo la posibilidad de deterioro cognitivo
severo relacionado con la edad ha quedado demasiado asociada al mal de
Alzheimer, cuando hay muchas otras causas de deterioro -las demencias
vasculares y el mal de Parkinson entre las más frecuentes-con diferente
pronóstico y diferentes posibilidades de tratamiento.
Para Schapira, la prevalencia de las demencias
vasculares -es decir, como escuela de un ACV o por problemas de irrigación
sanguínea en el cerebro- pone de manifiesto la importancia del cuidado integral
de la salud cadiovascular en la preservación de la lucidez y la autonomía en la
vejez. La hipertensión arterial, la diabetes, el colesterol alto, el tabaquismo
y la falta de actividad física juegan naturalmente en contra.
En las personas con demencias vasculares la
posibilidad de recuperación reside en la resiliencia de las áreas cerebrales
dañadas, señala Cohn: "Depende mucho de la persona y de su caso
particular, y en este proceso es fundamental el compromiso del paciente con la
tarea que está realizando, porque nosotros podemos guiarlos, pero el noventa
por ciento lo ponen ellos", comenta la terapeuta.
Frente a la pérdida de capacidades cognitivas,
señala Schapira, "hay mucha oferta pero no existe un tratamiento
preventivo cuya eficacia esté suficientemente demostrada, aunque sí es posible
que la persona potencie las capacidades que conserva y se adapte a su nueva
situación que está viviendo, por lo que la clave se centra en estimular las
funciones remanentes"
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