HOMEOPATIA

El término homeopatía tiene su origen en las ideas de Christian Friedrich Samuel Hahnemann (1775-1843), un médico alemán que afirmaba que (en su época, jamás hay que olvidar el contexto) la Medicina causaba más sufrimiento que beneficio al paciente. Tras dejar la práctica de la medicina en 1794, Hahnemann utilizó por primera vez la palabra en su trabajo Indications of the Homeopathic Employment of Medicines in Ordinary Practice («Indicaciones del empleo homeopático de medicinas en la práctica ordinaria»).

La homeopatía clásica se define habitualmente como el sistema médico basado en el uso de cantidades diminutas (inifinitesimales) de sustancias que en grandes dosis producirían síntomas parecidos a los de la enfermedad que está siendo tratada. El propio Hahnemann reconocía que la idea de emplear sustancias que producen síntomas similares se le ocurrió cuando, al tomar una infusión de corteza de cinchona, experimentó síntomas parecidos a los de la malaria, enfermedad que se trataba en aquella época precisamente mediante la corteza de cinchona, rica en quinina. Irónicamente, todo parece indicar que lo que pasó es que Hahnemann sufría de alergia a la quinina.

Por otra parte, Hahnemann creía que dosis muy pequeñas de estos medicamentos causaban poderosos efectos curativos, dado que al reducir las dosis consumidas iban desapareciendo los síntomas que producían, algo perfectamente comprensible pero que Hahnemann, evidentemente, interpretó de forma errónea. De hecho, pensaba que su potencia se vería afectada por una agitación metódica y vigorosa del preparado (lo que se conoce como sucusión; Hahnemann empleaba su Biblia para golpear el recipiente que contenía la mezcla).

Aunque a veces se emplean otros grados de dilución, la forma más habitual de preparación de una dilución homeopática es la siguiente: se coge 1 ml de la sustancia original (“tintura madre”) y se mezcla con 99 ml de agua. Se agita este preparado y se obtiene una dilución de 1 CH (Centesimal de Hahnemann). A continuación, se coge 1 ml de este producto y se repite la operación; así se consigue una dilución de 2 CH.

Como se puede deducir del apartado anterior, cada vez que se realiza una de estas mezclas, la sustancia original queda diluida 100 veces más en el preparado final. Se supone que estos productos son más efectivos cuanto más diluidos están. Un simple cálculo permite saber que una dilución de 12 CH no contiene ya ninguna molécula del principio activo. Es, en otras palabras, simplemente agua. No es raro ver medicamentos homeopáticos con diluciones de 30 CH. Para saber qué significa esto, podemos acudir al ejemplo perfectamente planteado por Ben Goldacre en su libro Bad Science:

"Imagina una esfera de agua con un diámetro de 150 millones de kilómetros (es la distancia que hay entre la Tierra y el Sol). La luz tarda ocho minutos en recorrer esa distancia. Imagina una esfera de agua de ese tamaño con una molécula de una sustancia disuelta en ella: eso es una dilución 30 CH (para los pedantes: es 30.89 CH)".

Según Hahnemann, el efecto curativo se produce no por la sustancia que (no) hay disuelta, sino porque de algún modo el proceso de dilución y golpeteo (la dinamización) transmite al agua el espíritu curativo de la sustancia. Empleando un lenguaje más moderno, los homeópatas actuales hablan del efecto memoria del agua, que recuerda con qué sustancias ha estado en contacto. Para tener más información sobre este supuesto efecto curativo, será necesario acudir a la sección Pruebas científicas. Por el momento, podemos concluir que, esencialmente, la homeopatía es simplemente agua. La cosa no va mucho más allá.
Fuente: http://queeslahomeopatia.com/historia-de-la-homeopatia/

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