Un estudio comprobó la
utilidad de un programa que se utiliza en las escuelas primarias
de Estados Unidos para promover la buena conducta.
El programa, conocido como Intervenciones Conductuales
Positivas o PBIS, por su nombre en inglés, se aplica en 16.000
escuelas del país. Muchos departamentos de educación estaduales
cuentan con centros de "asistencia técnica" para que las
escuelas puedan implementarlo.
"Pero porque algo se utilice no significa que es efectivo.
Tenemos que evaluarlo", dijo Catherine P. Bradshaw, profesora
asociada de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de Johns
Hopkins, Baltimore, y autora principal del estudio.
Con su equipo analizó la información de 37 escuelas primarias
de Maryland que, al azar, implementaron o no el programa. En
cuatro años, los docentes de las escuelas con el PBIS informaron
más conductas positivas de sus alumnos, como compartir o
cooperar con el otro, que los docentes del resto de las
escuelas.
Además, identificaron menos conductas problemáticas, como la
alteración del normal funcionamiento del aula o el hostigamiento
entre pares (bullying).
Los niños de las escuelas con el PBIS eran un tercio menos
propensos a ir a la oficina del director por cuestiones
disciplinarias.
"Estos son resultados promisorios", dijo Bradshaw, que aclaró
que con sus colegas son "evaluadores independientes", es decir
que no participaron del diseño del PBIS y que el estudio se
realizó con subsidios gubernamentales.
El programa posee tres "niveles". El primero es el programa
básico que se implementa en toda la escuela, es decir que todos
los alumnos aprenden qué conductas se esperan de ellos.
El equipo analizó los efectos de ese enfoque general. Los otros
dos niveles incluyen estrategias adicionales para los niños con
problemas de conducta. La mayoría de las escuelas del país que
implementaron el PBIS optaron por el primer nivel.
En cuatro años, los docentes utilizaron una "lista de control"
estandarizada para evaluar la conducta en el aula de cada uno de
sus alumnos. En lugar de números absolutos, el equipo utilizó
una fórmula matemática para comparar a las escuelas.
Los alumnos de las escuelas con el PBIS obtuvieron mejores
calificaciones de la conducta que los del resto de las escuelas.
Las diferencias fueron "modestas", dijo Bradshaw. Pero agregó
que es lo que se esperaría del primer nivel del programa.
La autora opinó que las estrategias orientadas a los niños "de
alto riesgo" tendrán más efecto.
En cuanto a la logística para la implementación del PBIS,
Bradshaw consideró que no sería demasiado intrusiva.
Básicamente, las escuelas envían un "equipo" de unos pocos
docentes y autoridades administrativas a un taller de
entrenamiento de dos días con los desarrolladores del PBIS.
Cada escuela establece "las conductas esperadas en la escuela"
y los alumnos las aprenden a través de distintas actividades.
"No son sólo láminas en la pared", dijo Bradshaw.
Las escuelas tienen distintos problemas que enfrentan los
docentes y los niños. En algunas, la alteración del clima del
aula es el problema más importante, mientras que otras tienen
que enfrentar hechos de violencia y el consumo de drogas.
Bradshaw opinó que cualquier escuela podría beneficiarse con el
PBIS. "No habría que ocuparse sólo de las escuelas con bajo
rendimiento", finalizó la autora.
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